domingo, 31 de diciembre de 2006

Para una nueva política

Desde hace un buen tiempo las grandes corporaciones y universidades están tornando su mirada a los escritos clásicos para complementar su mirada en áreas sensibles de la administración y la estrategia. Así, los directivos desde su posición de liderazgo combinan paradigmas humanistas con parámetros técnicos en la toma de decisiones más relevantes de su ámbito de acción.

En ese sentido, no son pocas las universidades norteamericanas y europeas que en sus programas de “negocio” reflexionan e imparten en sus planes de estudio las enseñanzas provenientes de lo que se ha dado en llamar el desarrollo natural. Es en ese sentido que, por ejemplo, los principios taoístas (filosofía de origen chino con más de 1200 años de antigüedad), orientan tanto a maestros como a estudiantes.

Los principios del Tao se hacen presentes en todos los planos del accionar humano y es en el terreno de la política, el liderazgo, la sociedad, la corrupción y el arte de gobernar donde alcanzan sus máximas expresiones.

Nada más que como un deseo de compartir, traigo a colación algunos pensamientos de “El Tao de la Política”, el que en su capítulo sobre el “Estado y la Sociedad”, nos proporciona algunas ideas como estas:


“Si espléndidas recompensas se conceden a quienes carecen de mérito y se dispensan títulos elevados a quienes no han trabajado, entonces los que trabajan cumplirán sus deberes a desgano y los haraganes avanzarán con rapidez”


“Cuando los súbditos no obtienen de sus líderes lo que desean, los dirigentes tampoco pueden obtener lo que buscan de sus súbditos. La reciprocidad motiva que gobernantes y gobernados se entreguen mutuamente, por lo que los súbditos han de esforzarse al máximo y entregar sus vidas para beneficio de sus líderes, al tiempo que los líderes han de conceder honores para beneficio de sus súbditos. Si las gracias dispensadas por los gobernantes no llegan a los ciudadanos, y no obstante ello, los líderes utilizan al pueblo, es lo mismo que seguir dando rebencazos a un potro indómito. Es como si se esperasen cosechas maduras sin que lloviera: una imposibilidad”.

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